1. El sabor ácido: Su detección es mediante iones,
específicamente se detectan protones. El exceso de estos protones en los
alimentos provocara una serie de reacciones e intercambios de moléculas que
serán detectados por las células gustativas, las cuales liberaran mensajeros
neurales (los llamados neurotransmisores) hacia las fibras nerviosas, que
avisaran al cerebro de que se trata de un alimento con sabor ácido.
2. El sabor salado: Aquí también hay participación de iones,
pero esta vez es el sodio (Na+) el elemento importante. Como sabéis, el sodio
es uno de los componentes de la sal común o cloruro de sodio (NaCl). Así que en
la detección del sabor salado lo que ocurre es que las células gustativas
detectan un exceso de sodio, compensándolo con la liberación de otros iones.
Esta compensación o desequilibrio es el que señala a las fibras nerviosas que
el alimento en cuestión tiene sabor salado (por exceso de sal, lógicamente).
3. El sabor dulce: Esta vez la detección es más especifica
que en los casos anteriores de ácido o salado. Para detectar el sabor dulce,
las células gustativas tienen receptores especializados, que detectan azucares.
Cuando el receptor se activa afectará a unas proteínas de la misma célula, que
actuaran como mensajeros y señalan que el elemento detectado es dulce.
4. El sabor amargo: Muy similar al proceso anterior del
sabor dulce, para el sabor amargo también existen receptores especializados,
pero menos que para el sabor dulce. El mecanismo es idéntico al anterior,
simplemente que se detecta que es un sabor amargo y no dulce.
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